lunes, 21 de junio de 2010
SUSURRO...11º CAPITULO
Mientras le daba de comer el pasto que había comprado, Dago olfateaba las patas de Lea. Nuevo integrante de la familia, ahora de tres. Luego de dar su visto bueno con un ladrido, partió hacia su lugar favorito en la entrada de la cabaña, donde el sol matutino calentaba su pelaje.
Cepillando a Lea, se dio cuenta que no se acordó de comprar una montura. Tendría que improvisar con algunas mantas dobladas. Ella se dejaba asear y cada tanto intentaba refregar su hocico en el brazo de Elizabeth.
El paseo sirvió para ordenar sus pensamientos, tantas cosas sucedieron en tan poco tiempo, que aún se sentía confusa.
Lea llevaba un paso tranquilo, mesurado, en un cañaveral decide parar la marcha y tomar un poco de agua, cuando observa un movimiento entre las cañas.
La mujer toma su revolver creyendo que sería algún animal salvaje. Petrificada queda al divisar mas adelante, solo a unos metros de ella una mujer. Sentada en un círculo de piedras pequeñas en la tierra, con los ojos cerrados y una sonrisa.
Te esperaba, fue lo único que dijo la mujer que vestía una túnica blanca mientras la miraba fijamente a Elizabeth.
Todo tiene un comienzo y un fin, la vida es un círculo, en donde todos tenemos un destino.
Solo queda esperar si cada uno cumplirá en esta vida su cometido.
Tu vida cambiara solo si sigues el llamado del corazón, que es la única voz que debes escuchar.
Te he observado desde hace mucho tiempo. El silencio del bosque es tu cuna y nosotros te ofrecemos mucho, tanto que sin ti no podríamos continuar.
Esta en ti aceptar la responsabilidad, te di un cuidador fiel, que nunca te dejará y que siempre velará por tu bienestar en toda situación.
Y el transporte necesario, que te llevará a lugares imposible de acceder para otras personas.
Estos regalos son de tiempos inmemorables y esperaban por ti. Cuando estés lista, nos volveremos a ver.
La mudez de la muchacha se vio interrumpida por el relincho de Lea que acercándose a ella buscaba refregarse con cariño en ella, como sabiendo que debían partir.
Iba a preguntarle a la mujer quien era, pero esta ya no estaba, como si todo hubiera sido un sueño. Había desaparecido.
Al volver por el bosque, un susurro resuena entre los árboles, un ciprés misterioso, dominando el claro cerca de la cabaña, mece sus pocas ramas. Llamándola.
Apura el paso de la yegua, el susurro es mas intenso, todo el bosque resuena con un nombre. Elizabeth.
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