lunes, 21 de junio de 2010

REVOLVER...23º CAPITULO



Lea caminaba a paso lento pero firme, muchos años pasaron ya desde que la encontró y siempre la llevó por los caminos imposibles de andar a pie por la distancia.
A cada paso que daba un pequeño relincho acompañaba al esfuerzo en la subida. La nieve dificultaba aún más el trayecto. Unas huellas al costado del sendero hicieron que Elizabeth apurara el andar de la yegua. Unos lobos habían pasado hace poco por ahí. Automáticamente se cercioró que su revolver estuviera cargado y listo en caso de tener que usarlo.
Cada vez mas nerviosa Lea, ya sin querer avanzar, delante de ellas estaban cuatro lobos cortándoles el camino, conociendo la inteligencia de ellos, mira atrás de ella y hacia los costados temiendo un ataque sorpresa. En el mismo instante de hacerlo, un lobo se acercaba sigilosamente por detrás, en un solo movimiento, saca su enorme revolver de la funda y efectúa un solo disparo dándole de lleno en al cabeza.
Esa distracción esperaba el resto. Al mismo tiempo atacaron los tres juntos. Elizabeth pensó que no debía errar ningún disparo, solo contaba con seis balas en el tambor del arma y le llevaba tiempo recargarla, sabiendo que sería su fin si perdía un segundo en hacerlo.
Lea les hizo frente para que su dueña no quedara expuesta al ataque. Un lobo salto al cuello de la yegua mientras se sacudía para quitárselo de encima, a todo esto el resto intentaban buscar el costado para saltar sobre la mujer.
El primero que se acerco demasiado hasta ella, recibió un disparo en su lomo, quedando tirado en el suelo retorciéndose de dolor, imposibilitado de levantarse, la bala incrustada en su columna marcaba su muerte.
Por el rabillo del ojo ve como el lobo que quedaba se arroja hacia ella, instintivamente se tiró de la montura hacia el otro lado, cayendo pesadamente al suelo. El revólver voló lejos de su mano a un par de metros de distancia amartillado, listo para usar.
El lobo pasó por debajo de la yegua que sangraba profusamente del cuello. Mostrando todos sus dientes, sediento de sangre, el lobo se acercaba más a Elizabeth. Retrocediendo, alejándose mas aún del arma, quedo su espalda contra un árbol, sin posibilidad de moverse.
En el mismo instante que presiente que el lobo salta sobre ella, rueda por el costado en busca de su revólver, en el mismo instante el lobo choca contra el árbol. Quedando perplejo por el escape de su presa, acostumbrado a que queden paralizados por el terror al verse acorralados.
El arma estaba ya en su mano, primero dispara sobre el que mordía a Lea que intentaba defenderse con sus patas delanteras, pero ya sin fuerzas, un charco de sangre tapizaba el suelo debajo de ella. Al darse vuelta, aun sentada sobre un colchón de agujas de pino, el lobo ya estaba en el aire sobre ella, solo atino a protegerse con el brazo, que fue el lugar en donde se clavaron los dientes del animal. Mientras forcejeaban el temblor de su mano derecha impedía apuntar bien a pesar que la cabeza de la bestia estaba a menos de un suspiro de su cara, sentía su aliento fétido, lo golpea en el hocico con la culata, al gruñir de dolor suelta un momento el brazo, es lo que esperaba ella, con las dos manos temblando de dolor y miedo, dispara, el fogonazo tan cerca de ella la deja un momento aturdida.
Muertos los lobos, puede observar sus heridas, aunque los cortes no eran profundos el dolor muscular era grande, ya que sacudió fuertemente su brazo intentando desprenderse de la mordida.
Su yegua se encontraba acostada en el suelo, relinchando de dolor, tan grandes eran sus heridas que veía en sus ojos el dolor. Al acariciarle el hocico ensangrentado se calma, pero los movimientos de sus patas por el dolor no cesaron. Sabiendo lo que debía hacer, comienza a llorar suavemente, un lamento casi sin lágrimas. Se abraza a ella recordando todo lo que disfrutaron juntas en cada salida que realizaban. Con un suspiro la acaricia por última vez y dispara dos veces. El eco de los disparos se esfuman en el bosque.

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