lunes, 21 de junio de 2010

ELIZABETH Y MARINA...18º CAPITULO



La mujer paró la pelea de los perros con una sola palabra que Marina no pudo comprender. Los dos perros fueron a su encuentro y se sentaron a sus pies mirándola.
No sabía que pensar ni que decir, el regreso de Dago la había dejado atontada, con la boca seca por el miedo.
La mujer se acerca hasta ella, asintiendo con la cabeza, como si estuviera satisfecha.
Soy Alana y no tienes que tener miedo de mí. Tu madre es una gran mujer y dentro de poco tiempo deberá partir en un viaje para la cual fue destinada.
El camino que ella debe recorrer servirá para que encuentre su propio destino y el tuyo. Lo que tú hagas de aquí en adelante será una búsqueda, de lo que fue y de lo que será. Un gran encuentro te espera en años venideros, solo lo podrás realizar si tu corazón es puro como el agua cristalina de estos lagos que nos rodean y fuerte como los pinos que te dan sombra.
A todo esto Marina miraba embelezada a la mujer recordándola de un baile que ella había creído era un sueño.
Internándose en el bosque la mujer y los dos perros, Dago se vuelve y da una mirada larga y profunda hacia Marina antes de perderse entre los árboles.
Las lágrimas que cubrían sus ojos le impedían ver el camino, con mucho miedo volvía a la cabaña en donde su madre había vivido muchos años, interrumpidos por viajes que realizaban a las escuelas en donde Marina había sido internada y en donde fué una excelente alumna, pero siempre extrañando el bosque y los cuentos de hadas que su madre le contaba en las noches cuando no podía dormir.
Al llegar ve a su madre leyendo un libro que nunca antes había visto, pero en su tapa tenía un símbolo que ella conocía muy bien. Una serpiente mordiéndose la cola, sabía que significaba, se lo preguntó a su madre cuando tenía 10 años, el infinito contestó ella.
Al verla llegar cubierta de lágrimas, Elizabeth cerró su libro y sin decir palabra la consoló.
En pocos días me iré al bosque y nunca más regresaré. Muchos años te cuidé y te enseñé lo mejor que pude dar de mí, el conocimiento del amor y la riqueza espiritual. Solo te pido una cosa y es que vuelvas al viejo faro, ese que tanto me gustaba y en donde encontré la felicidad. Quizá ahí encuentres algún día tu camino, como lo hice yo.
Marina se encontraba en una situación difícil, quería preguntar cual era el motivo de su partida y que le sucedería al irse al bosque, pero solo podía abrazarla fuertemente temblando por la emoción. No le preguntó nada, sentía que lo que debía ser, sería. Y todo lo que pudiera decir o hacer sería inútil. Su madre tendría sus motivos para irse y ella no era quién para detenerla en su cometido, sabía que la cuidaría en donde ella estuviera y la acompañaría toda su vida.
Una llovizna suave y tímida comenzó a caer sobre ellas uniéndolas aún más en su abrazo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.