lunes, 21 de junio de 2010

SALIMA...25º CAPITULO



Las palabras de Salima retumbaban en sus oídos, había encontrado una aliada para escapar, o también quizá era un señuelo para entregarlo en plena fuga y sí tener excusa para matarlo. Según sus leyes el era un esclavo hasta que el mismo se ganara el respeto de los demás y lo consideraran parte de la tribu. Eso no estaba en sus pensamientos, quería escapar y volver con Elizabeth. Solo recordarla hizo que comenzara un plan de escape. Pero debería ganarse una mínima confianza de ellos para que lo dejaran andar libremente entre las tiendas y los alrededores. Necesitaba un caballo, pero no sabía en que dirección debería partir. Todo esto pensaba fríamente, calculando cual sería su próximo movimiento.
Luego de una noche en la cual apenas durmió, decidió que era tiempo de preguntarle al jefe, porque lo habían llevado y averiguar quien era y que quería Salima de el.
Saliendo de la tienda se encontró con Selim hablando con un grupo de guerreros exploradores, hombres que eran pura fibra muscular, ni un gramo de grasa de más se veía en sus cuerpos. Sus caballos eran lo mejor que tenían, veloces y fuertes, para resistir el calor y las expediciones, ese era el caballo que el necesitaba para su cometido.
Selim al verlo los saluda y le indica que era hora de desayunar, sentados los dos debajo de una palmera, comían dátiles y unas frutas secas que no supo distinguir que eran, pero si deliciosas. Deberemos encontrarte otra ropa, la que llevas la vería el enemigo a la distancia. Como leyendo sus pensamientos agrega, si quisieras escapar y fueras apresado por una tribu enemiga, no te tratarían como nosotros, serías torturado durante días hasta que la muerte sería un dulce pedido que harías entre gritos y sangre.
La mirada de Moreno era avergonzada como un niño que es atrapado en un mal acto.
Los ojos de Selim demostraban confianza y no enemistad. Tu vida ahora pertenece al oasis. Dicho esto se levanta y señala un par de caballos atados en la sombra fresca, esperándolos.
Al acercarse a su caballo observa que en un costado de la montura había un fusil en su funda. Sin decir palabra sube y lo sigue al hombre del desierto que ya había partido al galope. Mientras se cercaba al jinete Moreno saca el arma y al revisa, se encontraba en perfecto estado y con balas, esto lo hizo meditar mucho mientras miraba a su alrededor, solo se podían ver duna tras duna.
Si decidiera escapar, se perdería indefectiblemente en las arenas, muriendo de sed o cayendo en las manos de los enemigos del Sheik.
Luego de varias horas de viaje, llegan a un lugar conocido, el fuerte en el cual transcurrió la batalla. Lo mira asombrado a Selim, que solo sonríe al ver su asombro.
Moreno desmonta rápidamente, quería ver a sus compañeros, sabiendo de antemano que solo serían esqueletos comidos por los animales carroñeros.
Al entrar grande fue su sorpresa al ver muchas tumbas recién cavadas en la arena.
Mis guerreros los enterraron, pelearon valientemente en inferioridad numérica, merecen nuestro respeto y por eso no los dejamos al sol para comida de los buitres.
Una profunda admiración comenzó a nacer en Moreno por ese hombre joven pero con mucha sabiduría.
Tus jefes ya no encuentran importante este destacamento y ha sido abandonado, quizá definitivamente.
Ahora si que se sentía completamente abandonado a su suerte, les había llevado casi un mes llegar hasta ahí, le sería imposible intentar un escape, por eso Selim lo había llevado al fuerte, para que entendiera que cualquier intento de escape, sería su muerte segura.
En silencio volvieron a las tiendas, en el camino, Moreno decide sincerarse y decirle lo que escucho de boca de Salima.
El joven le dice que ya lo sabía, era una trampa para ver si el caía en ella, y el fusil en tu montura lo podrías haber usado para matarme y huir, pero no lo has hecho.
Salima es mi mujer le dice sonriendo.
Dicho esto ya se veía las copas de las palmeras y el agitado mundo del oasis.
Moreno comprende que una nueva vida había empezado en el desierto, cada vez más lejos del faro.
Al llegar el Sheik los esperaba sentado en la arena, lejos de las tiendas, meditando, al verlos llegar, sonríe y le dice a Moreno que hizo bien en no escapar, aquí tendrás amigos, que darán la vida por ti de ser necesario y tú en el futuro velarás por nosotros.
Un calor sube por su pecho, un fuego oculto que nace de las entrañas y que tiene un nombre, pertenencia.

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