lunes, 21 de junio de 2010

EPILOGO...31º CAPITULO

Moreno se encontraba cansado, fue un día ajetreado, su paseo habitual por la playa lo suspendió a mitad de camino, sentado en una pequeña duna, observaba el faro, el único objeto que se recortaba en el fondo del horizonte, entre la playa y el mar. Mientras fumaba su pipa, delicadamente tallada por el, pensaba en su hija y los años que estuvieron juntos, hasta que ella partió en busca de aventuras igual que el, cuando era joven. Ahora viejo, con una sonrisa recordaba esto, el parecido que tenía con su madre y el cabello despeinado por la brisa que provenía de mar adentro, le daba mucha nostalgia al verla. Lo único que sabía de Elizabeth era que había muerto muchos años atrás, en unos de los viajes en que Marina fue a visitarla.
Tanto tiempo perdido, tantos amaneceres que pudieron vivir juntos, pero la vida tenía otros propósitos con ellos y sus caminos fueron distintos.
Su hija era tan bella y buena que solo eso necesitaba para seguir su vida. La tristeza que tenía la dejó de lado una tarde en su choza al conocerla.
El día llegaba a su fin, ensimismado en sus pensamientos con la mirada en el faro se encontraba cuando los ladridos de un perro lo sacaron de sus recuerdos.
Un labrador dorado iba corriendo hacia el, la luz rojiza del ocaso no le permitía ver bien y se levantó para tener una mejor visión. Mientras se iba a acercando el can, su mano retiró lentamente la pipa de su boca dejándola caer en la arena por la emoción. Detrás del cachorro venía una mujer, era como uno de los tantos espejismos que había visto en el desierto y que siempre engañaba al desprevenido. Era como tantas veces la soñó a ella. Al acercarse ve que la mujer vestía una túnica blanca de gasa que parecía flotar en el aire. Sus cabellos alborotados por la brisa marina eran despejados de su frente por unos dedos largos y finos, se podría decir casi nacarados.
Al llegar ante el, Moreno mira a Elizabeth y a Dago por un momento que pareció eterno. Solamente se escuchaban las olas rompiendo en la escollera del faro.
Con la última luz de la tarde llaman al perro que se había ido a jugar entre las olas y tomados de la mano se van caminando por la playa, a un lugar donde solo había flores.



FIN

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.