lunes, 21 de junio de 2010
BUSQUEDA...12º CAPITULO
El ruido del río tumultuoso no dejaba oír nada más. La llovizna creada por el azote del agua al caer desde la cascada a varios metros de altura, mojaba todo a su alrededor.
La camisa empapada y fría refrescaba la piel acalorada por la caminata.
Lea había quedado atrás, atada a un árbol que le diera sombra, mientras ella investigaba la rivera.
El báculo que debía buscar no tendría que estar mucho más lejos de donde buscaba, le serviría para apoyarse al caminar.
Al entender lo que le había escuchado en el bosque, supo que su destino estaba lejos, pero muy cerca al mismo tiempo.
Mirando la cortina de agua que caía desde lo alto, pensó si realmente era todo verdad o estaba totalmente loca.
Encontrar lo que fue a buscar sería la última prueba que necesitaba. Para luego ordenar su vida y dejar todo preparado para Marina.
Su embarazo llevaba ya seis meses y debía buscar un lugar mejor para su hija, porque tenía la certeza que sería una nena.
Las rocas resbaladizas pusieron nerviosa a la mujer, paso a paso se iba adentrando en la caverna que había debajo de la cascada. Apenas una luz ingresaba en la misma. Al acostumbrarse a la obscuridad y confirmar la ausencia de animales salvajes. Busca una piedra blanca, donde se encontraría el bastón.
Una antorcha colgaba de la pared de piedra, apagada ya hace mucho tiempo. Al encenderla, un chisporroteo alegre indica que aun tenía combustible para un buen rato.
Iluminando toda la estancia, se puede ver un banco, varios libros enmohecidos. En un rincón, se veía la piedra blanca y una vara de madera apoyada en ella.
Al tomarla, un estremecimiento recorre todo su cuerpo. A lo largo de la madera unos símbolos extraños marcados a fuego llamaron su atención.
Un libro que estaba al costado de la roca, tenía en su tapa dorada, los mismos símbolos. Decide llevarlo con ella, para verlo con más tranquilidad en su cabaña.
Sabía lo que debía buscar, pero no le dijeron nada del libro. Ante la intriga su pensamiento vuela. Pero no logra atar los cabos de todo lo que le fue dicho. Su destino era lo que le preocupaba, quedaban pocos años para preparase. Y aún quedaba mucho por hacer. Luego de salir de la caverna obscura y húmeda mira hacia atrás. Creyó ver un movimiento, como una gasa blanca flotando en el aire. Observó un momento para ver si había sido una alucinación por el cansancio. Pensó que solo fue la llovizna que creaba la cascada al caer.
Una mujer observaba atentamente la partida de Elizabeth y una sonrisa de satisfacción se veía en su rostro. Borró unos símbolos que en la pared de la cueva pasó inadvertida por Elizabeth. Hecho esto se sentó en una roca y se puso a cantar.
El regreso es rápido. Quería ver más detenidamente el contenido del libro.
Al llegar, desmonta despacio, mirando atentamente a su alrededor. Algo colgaba de la puerta. El revólver listo en su mano derecha y el bastón en la otra.
Lo llama a Dago que no pareciera estar cerca de la cabaña.
Un atrapa sueños era el objeto que de lejos había avistado moviéndose con el viento en la puerta.
Un ruido detrás de ella la pone en alerta apuntando en esa dirección. El perro viene caminando hacia ella, un collar de cuero con púas reluce en su cuello. Y una mirada distinta. Ya no se lo ve juguetón. No era un cachorro. Era Dago.
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