lunes, 21 de junio de 2010

LA ETERNA ESPERA...3º CAPITULO



El aire fresco la revivió un poco, su cansancio era tan evidente, como un sediento en el desierto. Apoyada pesadamente en la baranda superior del barco, la mujer miraba el muelle, que estaba repleto de vida, marineros contentos de pisar tierra, mercaderes haciendo sus negocios, niños pescando y jugando, mujeres con sus sombrillas escondiéndose del sol abrasador.
Recordaba todo el viaje en su mente, grabado a fuego los colores y los olores de su estadía en Egipto, el reflejo del sol en la arena donde antiguamente caminaban los reyes de antaño. El suave y lento andar de los camellos, único transporte conocido en esos lugares remotos.
Con los sentidos aun adormecidos por los recuerdos, despierta de su ensoñación y mira a lo lejos. Lo que llama su atención es un faro viejo y evidentemente abandonado, le extraña su condición, deslucido, sin pintura que delate un uso, con partes de su estructura rota.
Las ventanas que antes dejaban pasar la luz potente que iluminaba el mar, ahora rotas y deslucidas. La puerta anteriormente de madera fuerte y brillante se encuentra ahora salida de su lugar y desvencijada.
Elizabeth, ese era el nombre de la joven, un nombre que le sentaba muy bien, con carácter y fortaleza. Casi iba acompañada de una reverencia su propio nombre. Heredado de su abuela, y esta de su abuela y así, ya olvidándose quien fue la primera en lucirlo.
Peor ella no necesitaba de su nombre para llamar la atención, su cabello largo, ondulante y de color castaño rojizo, era su carta de presentación. Sus ojos verdes, eran soñadores, profundos y a veces pícaros. Su cuerpo era firme y musculoso, de tanto andar de campamentos, viajes y caminatas largas por los desiertos, valles y bosques.
Su vida se resumía en viajes, como fotógrafa de una revista nacional que publicaba historias y fotografías de los lugares mas recónditos y hermosos del mundo, desconocidos para la mayoría de la gente. Pero gracias a las imágenes captadas por ella, el mundo se acercaba aún más a la naturaleza perdida.
Pero tantos viajes, le dejaba un pequeño vacío, cada vez que llegaba a algún puerto, nadie la esperaba, ni familia, amigos, hijos, amor.
El amor no la esperaba en ningún puerto, la soledad que sentía al llegar a destino, siempre la volvía más frágil y triste, todo lo contrario que veía la gente al observarla, una mujer fuerte y con carácter.
Buscando alojamiento, recorría el zoco, donde había tantas cosas maravillosas, extrañas, hermosas. Ropa de lino para soportar el calor sofocante, comida autóctona, bebidas refrescantes. Casas de té en la vereda, golosinas dulces, muy dulce. Era tan grande el lugar y tan variadas cosas para ver, que se perdía entre tantas tiendas. Hasta que llega a una de mascotas, loros, ardillas, faisanes, gatos, perros, todo tipo de animales se veían desparramados por el lugar.
En un rincón, había unos cachorros haciendo alboroto con sus juegos y ladridos. Al acercarse a ellos, uno sale corriendo intempestivamente hacia ella, y a morder sistemáticamente los cordones de sus botas del desierto, que para su seguridad, eran fuertes como para resistir los embates del cachorro, de unos 4 meses de edad.
Al alzarlo, su cola se transformó en un molinete, y la sonrisa de ella, demostrando, la necesidad de tener alguien que la espere. El dueño de la tienda, al reconocer el gesto de ella, ya tenía la venta asegurada, solo intentaría regatear cuando ella le diga que le precio era muy caro.
Mientras le ofrecía un te de hierbas fresco y picante, como muestra de buen comerciante, le dice el precio, y se queda desilusionado cuando ella acepta enseguida sin regatear.
Mujer y perro salen de la tienda, dejando al vendedor contento y confuso por la rapidez de la venta.
Elizabeth en busca de un veterinario, para aplicarles vacunas y ver el estado general de salud del cachorro, iba pensando en el nombre que le iba a poner, tan importante como el suyo propio. Ya que marcaría la personalidad del perro.
Una casa pequeña, con un cartel colgando en el frente con forma de hueso, daba a entender que era lo que buscaba. El lugar fresco y cómodo, solo se podía sentir el murmullo del ventilador de techo, y los almohadones tan característicos de Marruecos.
Al salir el médico del fondo, con una bandeja en manos, con una taza de té humeante, la sonrisa de Elizabeth se hizo evidente, la rapidez que tenía para preparar le té, cuando apenas sentía el ruido de la puerta, indicando la llegada de un futuro cliente.
Luego de los saludos y reverencias habituales, comienza la revisión del cachorro, que dormitaba en brazos de la mujer. Contenta estaba porque no tenía ninguna enfermedad, su condición era perfecta, lo vacuna sin ninguna queja de parte del perro, y le dice que la raza es Golden Retriever, al notar la cara de desconocimiento, le dice el veterinario, es un Labrador Dorado. Les gusta mucho el agua, nadar y realizar viajes, son muy protectores de sus dueños y sus hijos.
Tiene que ponerle un nombre, para que la pueda reconocer al llamarlo. Mientras tanto ella recorría el local, le llamó la atención un libro, de tapas en filigrana de oro, un perro con un faisán en la boca impreso en relieve en la tapa, al abrirlo, se podía ver las distintas razas de perros en dibujos, bellamente realizados, con las descripciones de pelo, capacidad olfativa, enfermedades comunes y alimentos necesarios.
Al buscar la raza de su cachorro, leyó atentamente sobre sus cuidados, necesidades, formas de trato y en capacidades se podía leer: le apasiona mucho el entorno acuático, donde al encontrarse cerca de un lago, río o mar, se lanzará derecho y firme como una daga hacía el agua sin dudarlo, tiene la capacidad de realizar rescates o ser preparado para esa tarea.
Como una daga, pensaba ella, al salir al aire caliente y ya extrañando el te consumido en la veterinaria, con el cachorro en brazos, mira hacia el zoco, un mundo de gente, compradores y vendedores, en un sinfín de voces regateando por monedas, porque era una costumbre hacerlo de esa forma.
Vamos Dago, le dice al cachorro que la miraba a los ojos de forma tierna, busquemos un lugar lindo y tranquilo para quedarnos.

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