lunes, 21 de junio de 2010

ASAD...26º CAPITULO

Aun le duraba la furia de la tarde anterior. Su corazón acelerado no se calmaba sediento de venganza.
Selim no se decidía atacar la aldea, contaba con pocos hombres, todos valientes, pero escasos. Armando tiendas improvisadas con lo que se salvó del fuego, la gente volvía una vez más a su vida normal, curando heridos, enterrando sus muertos.
Las mujeres se entretenían buscando alimentos para no pensar en los que partieron a la batalla y no regresaron.
Moreno afilaba su espada con tranquilidad, tenía mucho tiempo por delante y mucha paciencia.
La vida en el desierto lo hizo más duro todavía y callado. Solía internarse en el desierto, entre las dunas para pensar tranquilo, sin que nadie del oasis lo moleste.
Ensimismado en sus pensamientos ve acercarse a Selim, en su rostro se notaba tensión, una decisión había tomado y evidentemente no le gustaba mucho.
Mi mujer ha muerto, fue todo lo que el dijo.
Los ojos de Moreno demostraron un cambio enorme, de la pasividad con la que miraba las dunas, se transformaron en dos piedras al rojo vivo, antes verdosos ahora tenían un color parduzco y dejaba traslucir un odio enorme, sin límites ni fin. En una hora partimos con los últimos guerreros a cumplir nuestro destino. Lo saludó con ese gesto tan particular que significa eres mi amigo. Y se fue cabizbajo hacia un grupo de hombres silenciosos que lo esperaban montados y armados, las sonrisas se habían esfumado.
Un momento que pareció eterno estuvo pensando que debía hacer, como tenía que actuar.
Con un suspiro se levanto y se dirigió hacia los guerreros, el suspiro se debía a que cada cosa que hacía lo alejaba más aún de Elizabeth.
Los hombres seguían reunidos, esperándolo a el, su caballo dispuesto y con todas sus armas en la montura, su espada, la espada que el Sheik le había obsequiado demostrando el aprecio que tenía por el joven. Un fusil, que era el mismo que había usado contra ellos, lo había guardado uno de los hombres que lo vio luchar y defenderse en el fuerte para luego devolvérselo a Moreno deseándole que lo use contra su propio enemigo.
Al verlos ahí, esperando sin inmutarse por el calor sobre ellos, pidiéndole con la mirada que los acompañe, que lo necesitaban, porque lo amaban, Moreno grita con todas sus fuerzas, un grito antiguo, milenario, que fue acompañado por todos los guerreros allí reunidos, un alarido, un clamor, un grito de guerra.
Observando la aldea, que sobrepasaba en número de tiendas con las de su oasis, pensaban tranquilamente como atacarían. Moreno debería distraer a un grupo pequeño de unos veinte guerreros que siempre están preparados para salir instantáneamente en pos del enemigo. El y cinco hombres más intentarían alejarlos de la aldea. El resto atacarían a los que quedaban en la aldea que los superaban por casi el doble de hombres. Todos se saludan y despiden, sabiendo que muchos de ellos ese día no volverían con sus familias, pero debían hacerlo, sacrificarse por el bien de su tribu. Esto les producía una valentía enorme, ya que sabiendo que podían morir, les daba una fuerza incalculable porque cada segundo de vida en la batalla era un regalo.
Moreno y su grupo apuntan a un guerrero cada uno para poder producir seis bajas en el primer ataque. Al sonar el primer disparo el resto descarga sus fusiles dejando seis cuerpos tirados en la arena. Gritando victoriosos por el primer golpe parten al galope sabiendo que serían seguidos de inmediato. Mientras galopaban en dirección contraria, Moreno mira a Selim que agazapado detrás de una duna esperaba la partida del grupo de enemigos, para poder realizar su ataque dentro de la aldea. Tenía poco tiempo ya que el resto de los que quedaban se prepararían para salir en ayuda de los que perseguían a Moreno.
Veinticinco eran los perseguidores del muchacho y sus cinco guerreros. Todos se miraron entre si, se podía distinguir un dejo de despedida en sus miradas. No nos van a vencer les dice. Divisan una duna alta, era lo que esperaban. Apenas llegaron desmontaron rápidamente golpeando a los caballos para que sigan la marcha, así los enemigo creían que seguían huyendo. Tenían solo una oportunidad de usar sus fusiles para matar a seis guerreros, confiando en su buena puntería, acostumbrados en ahorrar munición, nunca fallaban en sus disparos.
Cuando el grupo se acerco lo suficiente dispararon todos al mismo tiempo, al disiparse la nube de humo de las armas, ven que el resto de los guerreros habían desmontado, pasando por encima de sus compañeros muertos con los alfanjes en las manos.
La lucha fue corta y sangrienta. Formaron un circulo hacía afuera, nadie los tomaría por la espalda. Los fueron matando, entre gritos de dolor y guerra. Brazos cercenados y cabezas decapitadas y regados por doquier. Moreno los azuzaba con gritos. La valentía de sus hombres no tenía parangón. Los heridos eran rematados en tiempo y forma, como debía ser, por la crueldad y cobardía con la que atacaron ellos a su aldea, sin respetar a los viejos, mujeres y niños. Esto tenía cada uno de ellos en mente cuando el enemigo pedía clemencia. Cuando todo termino, solo quedaba arena y sangre en sus ropas, sangre ajena. Uno de los más jóvenes fue encomendado en ir en busca de sus caballos que había detenido su marcha y esperaban pacientemente unos cientos de metros más adelante. Mientras el resto tomaba agua y comentaban la batalla, era la primera vez en su historia que tan pocos hombre masacraban a tantos enemigos juntos. Todo se lo debían a Moreno, que miraba a lo lejos, en donde se generaba una batalla mucho más grande, sus hermanos sangraban y necesitaban ayuda, solo eso tenía en mente. Luego de descansar un momento, partieron hacia la próxima pelea, con los corazones ardientes por victoria lograda, la cual sería contada por generaciones futuras, como la muestra más grande de valor.
Una nube de polvo marcaba el lugar de la pelea, la gente de la aldea corría lejos de la trifulca, tratando de escapar de la muerte.
Moreno alcanza a ver a Selim sangrando profusamente de varias heridas, acosado por tres enemigos se defendía de todos al mismo tiempo, en su mano derecha un alfanje que los mantenía a distancia y en la otra un cuchillo corvo el cual inflingía una herida fatal al que osara esquivar su espada.
El resto de los hombres luchaban casi en silencio, concentrados en matar y no morir. Algunos se defendían espalda con espalda, para no recibir ninguna estocada por la espalda.
Como una tromba Moreno y sus hombres entran en combate, cada uno se suma al resto de los que ya combatían, incrementando el poder de ataque. Moreno de un salto llega hasta donde Selim se defendía a punta de acero. Con una sonrisa de satisfacción y alegría Selim lo recibe. Contento porque su amigo no estaba muerto y porque ahora podría inclinar la balanza a su favor. Moreno le quita de encima a dos enemigos, equilibrando un poco las cosas. Los dos hombres que separo del grupo retrocedieron un poco al verlo desenfundar su enorme alfanje, tan pesado era que lo usaba con sus dos manos, pero los brazos de Moreno eran tan fuertes y musculosos que podía sostenerla con una salo mano si quería, pero la fuerza en usar las dos era terrible. De un solo movimiento podía partir en dos a una persona y esto era lo que pensaban los enemigos al verlo blandir su espada sedienta de sangre. Temor y respeto le tenían los que lo vieron luchar ese día, sería contada por muchos años la participación del extranjero en esa batalla final. Dirían que el muchacho bañado en sangre y gritando como enloquecido se metía de lleno en el grupo mas numeroso de enemigos, enfurecido, barriendo con todos sin vacilación, uno a uno iban retrocediendo con miedo al verlo de esa manera.
A cada golpe suyo la sangre goteaba de su espada, verlo era como ver al mismo diablo llevándose las almas al infierno.
El grito de Selim herido por un sable y verlo caer, fue demasiado para el. Un grito aterrador, de lo más hondo de su cuerpo nació un temblor, que subió hasta sus brazos, las manos se le pusieron blanco por la tensión al apretar la empuñadura de su espada. Tomó el alfanje de la mano de Selim que estaba caído, protegido por tres de sus hombres. Y solo miró a los guerreros agazapados que gritaban de alegría por haber matado al jefe de Moreno. Su mirada, obscura y profunda, les reveló cual era el destino de cada uno de ellos, su muerte. Empuñando las dos espadas los encaró con una mueca de sonrisa fatal, los guerreros por un momento no supieron que hacer, esa fue su perdición, Moreno aprovechó para atravesar al más cercano y con una estocada, revoleando la otra espada cortó la pierna de una que intento escapar, al caerse lo remato sin siquiera mirarlo de un golpe que casi separó el torso del resto del cuerpo, tal así era su furia. Una risa profunda y grave, casi demoníaca le ofreció al resto de los que quedaban. Aterrorizados, eran los últimos cinco que quedaban en pie, el resto del grupo de ataque los tenían rodeados, no podían escapar, muertos y heridos por todos lados. Moreno mira a sus hombres aún resonando en sus oídos la risa desencajada del muchacho, son míos les dice.
Arroja la espada al más cercano clavándosela en medio del pecho, la cara de sorpresa del hombre fue lo ultimo que pudo demostrar al caer arrodillado, de un golpe corto a otro por el hombro mientras desclavaba la espada del pecho del agonizante y la blandía con fuerza apuntando al resto, mostrándoles la sangre en su hoja, brillante y roja. Una sonrisa de triunfo tenía mientras se acerco a los tres que le hicieron frente.
Luego de destrozar a sus enemigos, clava sus espadas en la arena, se quita el sudor y la sangre que caía de su pelo y parte en dirección a Selim que rodeado de sus hombres les daba indicaciones. Cuando ve acercarse Moreno, sonríe y cierra los ojos para siempre.
Los hombres comienzan a gritar y vitorear al muerto, repetían sin cesar Asad, que significa león.
Como nuevo jefe de la tribu, Moreno dispuso como primera medida puestos de observación alrededor del oasis, nadie nunca más los atacaría desprevenidos. Al morir el sheik, el puesto recaía sobre el jefe del grupo de guerreros y este pasaba el mando al morir al que consideraba más valiente e inteligente para defenderlos. Esta era la indicación que Selim dio a sus hombres antes de morir y el nuevo nombre por el cual sería Moreno reconocido por todos ellos, Asad.

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